El Hipódromo Romano en Estambul
Cuando uno piensa en Estambul, la imaginación suele llevarnos a escenarios de cuento de hadas donde minaretes y cúpulas se recortan contra el cielo, pero hay un lugar que, si bien puede parecer menos imponente a primera vista, alberga historias que han moldeado la esencia misma de esta ciudad milenaria: el Hipódromo Romano.
Ubicado en el corazón de Sultanahmet, el distrito más antiguo y mágico de Estambul, el Hipódromo no solo fue el centro deportivo del Bizancio romano, sino también el epicentro de la vida social, política y cultural de la ciudad durante más de mil años. Hoy, aunque lo que resta son principalmente fragmentos de su antigua gloria, estos restos siguen susurrando historias de emperadores, competiciones apasionantes y revueltas populares.
Orígenes y Esplendor del Hipódromo Romano en Estambul
Construido en el siglo III d.C. por el emperador Septimio Severo, el Hipódromo fue ampliado y embellecido por Constantino el Grande tras declarar a Bizancio, rebautizada como Constantinopla, la nueva capital del Imperio Romano. Su estructura, capaz de albergar a más de 100,000 espectadores, fue el escenario de carreras de carros, festividades que podían durar semanas y eventos que decidían el destino de la ciudad.
Los Testigos de la Historia
Entre los vestigios que aún se pueden admirar, destacan tres monumentos que parecen desafiar el tiempo:
El Obelisco de Teodosio:
Traído desde Egipto, este monolito de granito se erige majestuosamente, narrando, a través de sus jeroglíficos, historias que se remontan al faraón Tutmosis III. Su traslado y erección en el Hipódromo son un testimonio del poder y la ingeniería del Imperio Bizantino.
Con una altura de aproximadamente 20 metros, el obelisco se alza sobre una base de mármol adornada con relieves que detallan la proeza logística de su transporte y erección, una hazaña impresionante que asombra a los visitantes hasta el día de hoy.
Los jeroglíficos que cubren su superficie cuentan historias de faraones y dioses egipcios, ofreciendo a los espectadores una ventana a un pasado lejano y fascinante.
Aunque originalmente erigido por el faraón Tutmosis III en el siglo XV a.C., el obelisco ha encontrado un segundo hogar en Estambul, donde ha presenciado el cambio de eras, desde el esplendor del Imperio Romano hasta el bullicioso ritmo de la moderna Turquía.
La Columna Serpentina:
Anclada en el histórico Hipódromo de Estambul, la Columna Serpentina se alza como un testigo duradero de la antigüedad. Originaria del santuario de Apolo en Delfos, fue erigida en el siglo V a.C. para celebrar la victoria griega sobre los persas.
Compuesta inicialmente por tres cabezas de serpiente en bronce entrelazadas, aunque ahora desprovista de ellas, la columna simboliza la unidad y el triunfo.Este monumento, llevado a la ciudad por Constantino el Grande, conecta a los visitantes con el rico tapiz de historias que componen Estambul.
A pesar de su simplicidad actual, la Columna Serpentina sigue evocando la majestuosidad de los tiempos antiguos, ofreciendo una ventana única a la historia compartida de civilizaciones distantes.
La Columna de Constantino:
Dominando la escena histórica de Estambul, la Columna de Constantino es un venerable marcador del nacimiento de Constantinopla, actual Estambul.
Establecida por el emperador Constantino en el 330 d.C., esta columna celebra la transformación de la ciudad en la capital del Imperio Romano.Con el tiempo, aunque la estatua de Constantino que la coronaba se ha perdido, la columna permanece, sostenida por anillos de hierro, como un símbolo de la durabilidad de Estambul a través de los milenios.
Su presencia invita a los visitantes a viajar en el tiempo, ofreciendo un testimonio mudo pero elocuente del momento en que Estambul se colocó en el centro del mundo antiguo.Visitar la Columna de Constantino es conectar con un episodio clave de la historia, un punto fijo alrededor del cual giran las muchas capas de la rica historia de esta ciudad eterna.